Julio Gortaire, S.J.

IMG_8684

Frase : “Yo me siento indio en muchísimos aspectos. Quizás hasta en el modo de encontrarme con Dios…”

Mi padre había muerto cuando tenía ocho años. Mamá viuda, con siete hijos menores de edad y yo una inclinación por el sacerdocio desde temprano. Vivimos siempre en mucha austeridad, con limitaciones importantes, pero mamá se encargó de que lo hiciéramos con alegría, con naturalidad. Con ayuda de los padres jesuitas Rubianes, familiares de mamá, ingresé al Colegio Loyola. Ya en esa época me sentía seguro del llamado. Mis primeros años como jesuita en Quito, luego España y ordenado en Roma. Desde la formación, yo andaba pensando en el trabajo con gente sencilla, con los indígenas.

El deseo profundo de estar con los más pobres logra cristalizarse a inicios de los 70. Guamote, un pueblo en nuestros Andes centrales, brindaba esta oportunidad para la Compañía en Ecuador. Nos inspiraba el Concilio Vaticano II. No era cuestión de ir a enseñar cosas que traíamos de Europa, o que podíamos llevar desde aquí. Lo que teníamos que hacer era descubrir las Semillas del Verbo que estaban ocultas en las tradiciones de los pueblos. Dios está ya, allí, entre la gente. Entonces no era el jesuita sabio que, con 14 años de estudio, iba a enseñar a ese pobre indio ignorante que no sabía nada. El ignorante era yo, y así me sentí.

Con un equipo de cuatro religiosas Lauritas y dos jesuitas apoyados por el párroco de Guamote, íbamos a descubrir lo que había de Dios en ellos, y esa fue una postura bien seria, bien diferente de la que se llevaba a todos lados. Nosotros decidimos ir a estudiar, a conocer profundamente el pensamiento de la gente, y según eso, caminar. La necesidad mayor que había era la recuperación de la dignidad del indígena y la relación con las tierras ancestrales que ahora estaban injustamente en manos de unos pocos terratenientes.

Uno se va haciendo parte del pueblo, lo van aceptando y pidiendo lo que uno tiene que hacer. Eso es lo bonito, y eso es lo importante. Yo pensaba coger un azadón y meterme a ser parte de ellos, y meterme a trabajar en sus terrenos. La gente “no” me dejó…  “porque no, eso no es lo importante para nosotros, tú tienes ahora que ayudarnos en el IERAC, en la cuestión de tierras…” Entonces fuimos por ahí, ellos iban indicándole a uno por dónde caminar, y nosotros siempre les consultábamos para cualquier cosa; siempre ha asido a través de ellos, con ellos, que ellos vayan decidiendo, dándoles nuestra opinión y todo; pero las resoluciones las tomamos necesariamente juntos. Esa ha sido la mentalidad, ese ha sido el modo concreto de trabajar.

Como resultado de estos años de entrega, el indígena adquiere poco a poco una mayor dignidad como mujer y como hombre, como hijos de Dios. Empieza a ganar espacios de libertad. Puede reflexionar su religión y su religiosidad con libertad y profundidad. Gana espacios organizativos. Para 1980 habían recuperado el 90% del territorio del cantón. La sociedad se había transformado, pues eran pocos los hacendados que quedaban, ya no vivían en el sector, y los mestizos perdieron el apoyo de los hacendados y deben aprender a negociar en términos de mayor igualdad con los indígenas. Después de la conquista de las tierras, el desafío fue producir. Actualmente, se produce 8 ó 10 veces más que en tiempo de las haciendas.

Se buscaba una economía solidaria y popular, desde las bases. Esto era lo importante. Que el pueblo fuera capaz de crear riqueza para poder vivir. ¡Se trataba de encontrar la Semillas de Dios en estos pueblos!

Pensamiento

Yo creo que sí es importante ser indio con los indios, tratar de tener hasta su propia mentalidad, sus propios modos de actuar; yo creo que sí me han ido cambiando, me han ido haciendo parte del pueblo.

Julio Gortaire, S.J.

Acceso